viernes, 10 de abril de 2015

Cómo estimular jugando?

¿Cómo estimular jugando?

Puesto que en el desarrollo de la capacidad intelectual no intervienen sólo factores genéticos, sino también, y entre otros, emocionales, ambientales, o educativos, puede incidirse en alguno de estos últimos para «despertar» aptitudes o capacidades en el niño. Por supuesto, el contacto afectivo es fundamental pero, además, podemos llevar  a cabo algunos ejercicios de estimulación durante, sobre todo, los dos primeros períodos de desarrollo de la inteligencia, e incluso con niños algo más mayores, ya en el período operatorio-concreto. Mediante el juego, y de forma espontánea, los niños experimentan y realizan procesos de asimilación y acomodación intelectual. Aquí es donde podemos intervenir, poniendo a su alcance materiales y estímulos adecuados para favorecer esos procesos. Por ello es importante dar siempre a estos ejercicios un carácter lúdico, que facilite la comunicación entre nosotros y el niño, y no forzarle nunca si no quiere participar en ellos.

A los seis meses

A esta edad, el niño se encuentra en una etapa en la que ya es capaz de conocer el entorno a través de su cuerpo. Los objetos que están presentes en su vida cotidiana (cajas, llaves, papel, pelotas…) cobran aquí importancia porque, poco a poco, no sólo aprenderá a reconocerlos cuando los vea, sino a saber de su existencia aunque no los vea. El ejercicio propuesto para los niños de 6 meses es intentar ayudarles a descubrir el mundo a  través de los sentidos, al tiempo que se introduce, paulatinamente, el concepto presencia-ausencia. Puede utilizarse cualquier objeto,  siempre que sea lo bastante grande para que el niño no se lo trague.
  1. Mostramos al bebé, por ejemplo, una pelota, situándola frente a él varias veces hasta que la reconozca. Dejamos que la toque y que se la lleve a la boca.
  2. Tomamos la pelota y la ponemos debajo de un trozo de tela o un pañuelo, siempre delante del niño, dejando que él lo vea.
  3. Señalamos la tela, con la pelota escondida debajo, y le decimos al bebé, suavemente, que la pelota está ahí.
  4. Después, levantamos el trozo de tela y le mostramos cómo, efectivamente, la pelota se encuentra debajo.
  5. Podemos repetir esta acción varias ocasiones hasta que el niño acabe levantando él mismo la tela. Si no lo hace, volvemos a empezar con el ejercicio desde el principio, evitando siempre cansar al bebé. Podemos esperar unas horas, o unos días, para recomenzar el juego.

De cuatro a cinco años

En esta fase, durante el período intuitivo, el niño se encuentra en el denominado «pensamiento mágico», y mediante la experimentación y la manipulación en juegos espontáneos va descubriendo, entre otras cosas, el concepto de reversibilidad, es decir, que la substancia se conserva aunque cambie de forma. El ejercicio que proponemos aparece pautado, pero lo podemos integrar como una parte de una actividad más general, como la de jugar a tiendas, en la que, por ejemplo, los trozos de plastilina que representan los alimentos tan pronto pueden convertirse en peras, como en tomates, como en costillas de cordero o cualquier otro tipo de producto.
  1. Mostramos al niño un trozo de plastilina sin deformar aún.
  2. Hacemos con ella, ante sus ojos, una bola.
  3. Convertimos la bola en una «salchicha», a la vista del niño.
  4. Mostramos la «salchicha» al niño y le preguntamos: «¿crees que hay ahora la misma cantidad de plastilina que antes, cuando era una bola?». Tanto si contesta afirmativamente como si dice que no, le pedimos que razone su respuesta.
  5. Cogemos la «salchicha» y la convertimos de nuevo en una bola.
  6. Volvemos a preguntar al niño si cree que hay la misma cantidad de plastilina que antes, y tanto si la respuesta es correcta como si no lo es, le pedimos de nuevo que la razone.

De siete a ocho años

Durante el paso del período intuitivo al período operatorio-concreto, el niño aprende a asumir, en los juegos pautados, una serie de reglas o normas que todos deben seguir y que no ha inventado él, a diferencia de lo que sucede en los juegos de dramatización, en los que las reglas las marca él mismo. Aprende a tener en cuenta a los demás, lo que implica un nuevo nivel evolutivo que se aleja de la etapa de pensamiento egocéntrico, en la que el niño se siente único. En este caso y a esta edad, más que un ejercicio concreto se trata de enseñar al niño juegos reglados, como el parchís, el tres en raya, juegos de naipes, etc. Y es importante hacerlo, puesto que, en ellos, el hecho de tener que contar con las jugadas del otro estimula la capacidad de anticipación de situaciones, poniendo en relación las acciones del niño con las de los otros, al tiempo que le obliga a respetar turnos y a asumir los propios errores.

  1. Presentamos el juego al niño y le explicamos las reglas que deben seguir los jugadores. Le mostramos algunos ejemplos del proceso.
  2. Iniciamos el juego adoptando tanto el papel de jugador como el de árbitro. Al tiempo que jugamos con el niño, le podemos explicar estrategias posibles o errores que no deben cometerse.
  3. Debemos intervenir si el niño pretende saltarse los turnos o rectificar una jugada anterior. Es importante que se sigan las reglas establecidas al principio.
  4. Al final del juego, hay que comentar con el niño cómo ha ido, si creemos que hubiese podido variar alguna jugada para hacerlo mejor, o si hay algo que no le haya quedado claro.