martes, 11 de agosto de 2015

El interés por la propia imagen corporal en la preadolescencia

El interés por la propia imagen corporal en la preadolescencia

Durante la primera infancia, la relación que el niño tiene con su cuerpo y la manera como es considerado dependen del vínculo que establecen con él los adultos que le rodean. Si éstos los miman, cuidan, y cubren sus necesidades básicas, el niño irá elaborando una buena imagen de sí mismo. El cuerpo será algo a ir descubriendo, en tanto que elemento propio de cada uno. En sus exploraciones conocerá las partes que lo componen, las funciones que cada una cumple, etc. Concluida la etapa del descubrimiento, la relación con el propio cuerpo pasa casi desapercibida y no suele suscitar ningún tipo de inquietud.
En la pubertad todo esto cambia, el cuerpo empieza a ser el centro de atención. La imagen corporal, definida como la impresión subjetiva que cada uno tiene de su cuerpo, queda conmovida por los cambios físicos de la pubertad y el preadolescente inicia una serie de conductas que constituyen la manera de asimilar su nueva imagen corporal.
Al verse en el espejo, el preadolescente queda capturado por una nueva representación externa de sí mismo, a la que se tiene que volver a acostumbrar. La insistencia en mirarse, en revisar cada una de las partes de su cuerpo, las facciones de la cara, el peinado, los gestos… no es sino un intento de reconocerse.
La importancia de la imagen corporal en nuestra cultura es evidente. Cada vez más, se invierten tiempo, dinero y esfuerzos dedicados a modificar el aspecto externo del cuerpo, siguiendo las pautas de una imagen idealizada. La pubertad es un momento en el que la sensibilidad hacia esta cuestión es primordial; la pregunta acerca de ¿cómo soy para los otros? adquiere una relevancia especial y el púber la resuelve queriendo ser igual que los de su misma edad. Así, la apariencia externa, el “ir a la moda”, llega a ser una necesidad imperiosa para muchos, ya que supone ser aceptado por el grupo garantizándose un lugar dentro de éste.
Desaparece el cuerpo infantil y aparecen los cambios psicológicos
El ser humano pasa por diferentes etapas en su vida que se interrelacionan  estrechamente con los diferentes cambios físicos que nuestro cuerpo va efectuando; engordamos, adelgazamos, envejecemos, nos salen canas, arrugas… pero nunca tan bruscamente, con la rapidez casi brutal de la pubertad.
Desde el punto de vista psicológico, el proceso de la pubertad debe concluir en algo aparentemente sencillo de entender, pero muy complejo de realizar: se debe aceptar que se ha dejado de ser niño. El cuerpo de adulto que “empieza a ser”, sólo se aceptará si se asume que hay un cuerpo de niño que ha “dejado de ser” y que ya no volverá. Por ello es un período de duelo, se siente dolor por algo muy querido que se ha muerto y que se debe enterrar, aceptando el nuevo físico y el nuevo esquema corporal. De ahí el aspecto triste de algunos púberes en un primer estadio.

Junto con al dolor por lo perdido aparece el deseo de llegar a ser como los adultos. Muchas de las conversaciones entre púberes giran en torno a cuestiones relacionadas con el cuerpo, por un lado, y a ideales a conseguir, por el otro.