jueves, 7 de julio de 2016

Qué hacer si una relación tóxica toca a la puerta de los jóvenes



Conozca varias señales para saber un adolescente atraviesa un noviazgo tormentoso o insano.

Aunque debe haber respeto por la privacidad de los jóvenes, los padres deben actuar si así lo creen.
Aunque debe haber respeto por la privacidad de los jóvenes, los padres deben actuar si así lo creen.
Tarde o temprano los adolescentes acaban sumergidos en el mundo de las citas y los noviazgos, un asunto que no es fácil de aceptar ni de manejar para muchos papás, y sobre el que generalmente los jóvenes se abstienen de discutir con sus familias.
Por ello resulta complicado para los adultos determinar si sus hijos se están enfrentando a relaciones que no son tan sanas y que pueden acabar afectándolos. Se dice que algo anda mal o que una relación es tóxica cuando uno de los miembros de la pareja siente que con el otro hace cosas que en otras circunstancias no haría, que siente que este es más importante que sí mismo o que solo se entiende con él en el ámbito sexual.


La psicóloga e investigadora Carolina Botero García amplía esta definición y señala que una relación es dañina cuando la interacción entre los miembros de la pareja produce consecuencias negativas en su bienestar.

“Se pueden presentar conductas de humillación, vigilancia y control de una persona a la otra, e incluso se pueden dar amenazas, maltratos físicos y psicológicos, presión o intimidaciones sexuales”, dice Botero.
La especialista señala que en una relación insana usualmente existen “dinámicas de dominancia-sumisión” de parte de una de las personas, mientras que la otra desarrolla “un apego ansioso hacia su pareja”.
Una relación a temprana edad no es necesariamente inocente y también puede traer episodios fuertes que a largo plazo pueden afectar la vida emocional de la persona. Esa, precisamente, es una de las razones por las que los padres de familia deben agudizar sus sentidos para detectar en sus hijos señales de alarma como las siguientes.
Intervenir, pero sin imposiciones
Si su hijo adolescente presenta alguna, o algunas, de las señales expuestas en el artículo principal, es necesario que intervenga. La cautela en estos casos es fundamental. Alterarse y empezar la conversación con un “te lo dije” no causará más que el rechazo del joven y una negativa para sincerarse con usted.
Nubia Esperanza Torres, psicoanalista y maestra en psicología comunitaria, dice que es importante entender que la adolescencia es un periodo de aprendizaje, de prueba y error, en el que los papás deben ser acompañantes sensatos, reflexivos y amorosos. “No se trata de llegarles con un discurso aprendido en el que se les dice qué está bien y qué no. Hay que ayudarlos a pensar y a reflexionar, pero no desde la insistencia o los señalamientos, sino desde las experiencias del joven y con un absoluto respeto por la diferencia”, recomienda la especialista.
Si está pensando en prohibirle que deje de verse con esa persona que usted identifica como dañina, mejor absténgase de hacerlo, pues puede ser contraproducente. De acuerdo con Juan Camilo Díaz, investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana, lo más conveniente es dialogar sobre los hechos, llenar de confianza al joven y demostrarle que usted está con él para apoyarlo y ayudarlo a tomar decisiones y no para juzgarlo.
“Es mejor enseñar que prohibir. Ellos mismos tienen que darse cuenta de que hay personas que definitivamente no les convienen.
La línea entre aconsejar a un adolescente e imponerle algo es muy delgada, por lo que se debe buscar el punto medio”, dice Díaz.
Los expertos aconsejan que, si bien debe existir un respeto por la vida personal de sus hijos, también hay una obligación de actuar cuando sea necesario.
Claro, esto no significa que no les permita a ellos afrontar las consecuencias de sus malas decisiones.
Y si la situación se salió de control y usted no sabe qué hacer, busque la ayuda de un profesional. “El educador primario de mi hijo soy yo, como papá o mamá, pero consultar expertos no significa ser malos padres, a veces tienen que darnos una mano”, concluye Díaz.
Marcas y moretones
Los adolescentes empiezan a presentar marcas en la piel o lesiones sin explicación alguna. En situaciones como esta pueden estar ocurriendo dos cosas: que sean producto de maltrato o de enfrentamientos físicos con sus parejas o que, presas de un estado depresivo o en medio de episodios de desazón emocional, causados por los altibajos de sus relaciones, acaben haciéndose daño, es decir, infligiéndose cortes, mordiscos y tirones de pelo, entre otras acciones. Cuando el caso es extremo, los jóvenes tienden a enunciar pensamientos pesimistas sobre la vida y el futuro, e incluso a tener ideas suicidas.
Vicios
El joven afectado empieza a fumar o a consumir sustancias alcohólicas o alucinógenas. Si ya lo hacía, se incrementa el consumo.
Baja o sube su peso
Algunos jóvenes pierden el apetito repentinamente o, por el contrario, empiezan a comer de manera desenfrenada, según el estado de ánimo derivado del momento por el que atraviesa su relación. Si busca aceptación, puede que empiece a adoptar dietas drásticas para bajar de peso.
Ansiedad por el celular
Una conducta ansiosa y permanente con el celular se incrementa; el joven lo revisa constantemente y si recibe alguna llamada, evita hablar delante de los demás; se encierra para hacerlo. Vale aclarar que esta actitud, en una era de altísima dependencia de los dispositivos tecnológicos, no representa peligro en sí misma, pero si un adolescente empieza a mostrar comportamientos poco comunes, esto constituye una llamada de atención.
Deja de ser el mismo
En cuestión de días o semanas, el adolescente cambia hábitos y actitudes que siempre lo caracterizaron. Eso incluye su forma de hablar, de expresarse, de relacionarse y comunicarse con los demás, e incluso su apariencia deja de ser la misma. El joven adopta otra forma de peinarse, de vestirse o maquillarse –en el caso de las jóvenes–, muchas veces para agradar a su pareja. Aunque parece una señal insignificante y típica en estas edades, es importante no pasarla por alto, pues esto demuestra qué tan fuerte o moldeable es su carácter.
A la defensiva
Cuando los padres formulan preguntan a sus hijos sobre sus parejas y estos se muestran prevenidos, se niegan a hablar de él o ella o simplemente cambian de tema.
Montaña rusa de emociones
El joven comparte menos tiempo con su familia y amigos o deja de lado las actividades que solía disfrutar. Si es deportista, empieza a faltar a sus entrenamientos o los abandona.
El rendimiento académico fluctúa dependiendo del estado de la relación, así como sus emociones. Pierde con facilidad el control y puede pasar en un solo momento de la felicidad al enojo, de la tranquilidad a la irritabilidad. Además, a causa de esos altibajos, el menor presenta algunos dolores físicos.