domingo, 7 de agosto de 2016

'Tips' para acabar con las batallas en el aula

Experta de universidad española explica cómo enseñarles a los niños a manejar sus emociones.

Según María Pilar Tormo, especialista en prevención de problemas de conducta, la violencia es fruto de una emoción mal expresada.
Según María Pilar Tormo, especialista en prevención de problemas de conducta, la violencia es fruto de una emoción mal expresada.
“Me llamaron otra vez del colegio para que vaya a hablar con la directora. También irá la psicóloga. Luis le ha vuelto a pegar a un compañero y sigue sin prestar atención y desobedeciendo a los profesores. ¡No sé qué hacer con él!”.
Este comentario refleja uno de los quebraderos de cabeza que más desasosiegan a los padres y que menos saben manejar: los problemas de conducta de sus hijos en las aulas.
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Según los psicólogos, hay muchas acciones que familias y docentes pueden acometer para solucionar estas situaciones, sobre todo las que tienen que ver con las emociones negativas, cuyo deficiente control causa buena parte de los líos de los alumnos.

Los problemas de conducta obstaculizan la convivencia y el aprendizaje, por lo que uno de los retos del docente es “lograr que el alumno maneje sus emociones sin violencia”, explica María Pilar Tormo, profesora de la maestría en Prevención e Intervención Psicológica en Problemas de Conducta en la Escuela, de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), España.
Para ella, además del control emocional, los problemas más comunes del docente radican en despertar el interés del alumnado mediante contenidos educativos, y la cooperación entre quienes intervienen en el proceso: familias, profesores y alumnos.
Según esta doctora en psicología, uno de los problemas de conducta más frecuentes es la indisciplina, es decir, comportamientos que incumplen las normas propuestas, como no estar en silencio, no hacer las tareas o no respetar a los compañeros o al docente. “También es habitual el desafío a la autoridad, que consiste en desobedecer las órdenes de manera consciente y reiterada, mantener una actitud de igual a igual y una especie de pulso con el profesor, llegando a veces a provocarlo”, indica la experta.
Para ella, las emociones son reacciones adaptativas, es decir, sirven para responder a una situación, como la ira que sentimos cuando alguien supera nuestro límite personal y nos invade.
“La falta de control viene en parte por no saber expresar la rabia –explica–. A veces las emociones se mezclan y esto dificulta identificar su causa. Por ejemplo, a veces sentimos rabia, sin que nadie nos haga nada, cuando estamos cansados o tenemos alguna necesidad insatisfecha. Este es otro de los problemas del control de las emociones: si ignoramos su causa, no podemos encontrar una solución”.
Otra dificultad relacionada con las emociones es “la ausencia de oportunidades en la escuela para realizar tareas interesantes, que emocionen a los niños. Las emociones son la base del aprendizaje, y la falta de estímulo emocional adecuado no favorece que el niño esté a gusto y rinda en la escuela”, señala la doctora.
Entre las consecuencias del deficiente control emocional, Tormo destaca “el peor rendimiento académico, la insatisfacción escolar, las dificultades en las relaciones dentro de la escuela y la falta de entendimiento en el hogar”.
Tormo opina que la primera pregunta que deben hacerse los adultos ante los problemas de conducta es qué necesidad del niño no está siendo atendida para que se comporte así.
“Para ayudar a un alumno a controlar sus emociones, un docente debe comprender el mundo emocional de niños y adolescentes e interpretar sus manifestaciones. Tiene que saber, por ejemplo, que a menudo la rabia esconde una frustración que el estudiante no sabe manejar”, señala.
También recomienda al docente que sea un modelo emocional, “no perdiendo la calma ante las conductas disruptivas y corrigiendo la conducta del alumno de manera que se sienta aceptado como persona”.
Lo ideal es que los padres colaboren con los docentes y mantengan con ellos una interacción para resolver los problemas de su hijo. “El primer paso es dejar de lado los prejuicios y enfocar el tema como una cuestión frente a la cual se quieren buscar soluciones conjuntas”, resume Tormo.
“La aceptación de los padres hacia el docente y viceversa es crucial, puesto que nadie quiere cooperar si se siente juzgado. Cada uno lo hace lo mejor que puede, y la búsqueda de soluciones tiene que ceñirse a lo que cada parte puede aportar, aunque no sea lo ideal. A partir de aquí, todo contacto con el centro educativo va a ser más fácil”, destaca.
Los padres también pueden ayudar a sus hijos a controlar las emociones negativas en el seno del hogar, para lo cual la mejor receta es, según Tormo, la comunicación, “que se basa en escuchar de verdad a los hijos y aplicar lo que en psicología se denomina reflejar la emoción. Una frase mágica para conseguirlo es: ‘Ah, ya veo que estás enfadado (o triste, o angustiado, o decepcionado)’”.
“Validar la emoción del hijo es el primer paso para ayudarlo a resolver su angustia. Luego, los padres pueden averiguar cuáles son sus propias necesidades y las de sus hijos, y buscar acuerdos. Si son solidarios con las necesidades de sus hijos pequeños o adolescentes, ellos también lo serán con las de sus padres”, concluye esta experta.
Caras de la indisciplina
Además de la indisciplina común, en las aulas también se observan casos de déficit de atención con hiperactividad, cuyos síntomas son que el niño no se centra, descuida las tareas y cambia de conversación, no puede estar quieto, habla mucho, es impaciente y tiene más accidentes. También hay niños con trastorno negativista desafiante, los cuales hacen pataletas, se encolerizan fácilmente, muestran rencor ante cualquier afrenta y suelen molestar a otros.
Según María Pilar Tormo, especialista de la Universidad Internacional de Valencia (España), en los últimos años ha habido un aumento de problemas de convivencia en los centros escolares, protagonizados por alumnos que mantienen “un sistema de relaciones sociales poco saludables, con episodios de falta de respeto hacia la integridad física o emocional de los demás, mediante insultos, desprecios, daño de objetos personales o ataques físicos”. Así mismo, se producen casos de matoneo.