domingo, 13 de agosto de 2017

Dejé el colegio por la adicción a las redes sociales

Andrea Barrios estuvo interna durante un mes. Así es un tratamiento para adictos al celular. 


"Dejé el colegio por la adicción a las redes sociales"

“Duraba hasta las 3:30 de la mañana en el celular. Se convirtió en una enfermedad y al pasar los días me iba aferrando más al teléfono. Dejé mi colegio por esta adicción”, así resume Andrea Barrios, de 17 años, la forma como ha transcurrido su vida desde el 2015, cuando se adentró de lleno en el mundo de las redes sociales y el internet. Su adicción transformó su vida completamente.Se retiró de sus estudios y tuvo que internarse en un centro de rehabilitación durante un mes para tratar esta dependencia. Hoy recibe terapias ambulatorias.

La pesadilla comenzó tras disfrutar el regalo que recibió para celebrar sus 15 años: una entrada al concierto de la cantante estadounidense Katy Perry en octubre del 2015 en Bogotá. Dos semanas después de dicha presentación se unió a grupos en redes sociales y WhatsApp, bautizados con el nombre de la artista. “Interactué con muchas personas. Me la pasaba pegada al celular sin importar la hora ni el momento, lo mismo en la casa. Luego ingresé a otro grupo de Adele y allí también conocí gente”, cuenta Barrios. 

“Fue crítico para nosotros como familia porque además de esta adicción, tuvo cambios en su forma de ser y en el tema del trato. Se volvió más intolerante”, cuenta su mamá, Ruth Elcy Gutiérrez. “Le quité los teléfonos que tenía pero no sirvió de nada porque las amistades le dieron otros celulares”, agrega.
Así es un tratamiento para dependientes de internetAndrea Barrios estuvo interna durante un mes para tratar su dependencia a las redes sociales. 

El proceso comienza con una prueba psicotécnica en la que se evalúa el nivel de adicción

Barrios estableció relaciones amorosas por internet y asegura que descubrió en estos grupos una persona diferente a lo que pensó ser. “Encontré una Andrea bisexual que estaba insegura de sí misma”, cuenta la menor. 

En un punto de confusión y sin un rumbo claro sus padres tomaron medidas. La llevaron a la Fundación Criar, una institución ubicada en Tenjo, Cundinamarca, que además de enfocarse en tratamientos de drogadicción y alcoholismo, ofrece ayuda a adictos a la tecnología. 

El proceso comienza con una prueba psicotécnica en la que se evalúa el nivel de adicción. “Quienes se internan inician con un síndrome de abstinencia que, para un adicto a redes sociales, significa quitarle toda la tecnología”, explica Camila Quiñónez, psicóloga clínica de la fundación.

Se realiza terapia psicológica y psiquiátrica, encuentros con especialistas en adicciones y actividades especiales. “Nos levantamos a las 6 de la mañana. Hacemos actividades lúdicas, el aseo de la casa y luego un encuentro en el salón terapéutico”, cuenta Barrios. 

Los pacientes trabajan un proceso de autoesquema que consiste en fortalecer aspectos como la autonomía, autoevaluación, autoeficiencia y autocontrol. “Por lo general los chicos que llegan con ese tipo de adicción tienen baja autoestima y buscan aprobación en las redes sociales”, señala Quiñónez. 

Paulatinamente se realiza un proceso de psicoeducación con la familia. “No es quitarle la conducta sino que usen las redes con responsabilidad. Empezamos gradualmente y colocamos unas rutinas para que cuando salga, si eran 10 horas las que permanecía en internet las reducimos a cinco para luego quedar en dos”, añade la especialista. 

De acuerdo con Quiñónez, una persona es considerada adicta a internet cuando deja de hacer sus rutinas diarias por mantenerse conectada. “No vuelven a estudiar, no salen del cuarto y no cumplen con sus responsabilidades. Además pierden la comunicación con los papás”, dice.

Una persona es considerada adicta a internet cuando deja de hacer sus rutinas diarias por mantenerse conectada. 

Actualmente aunque todavía se siente ‘en peligro’, Barrios se encuentra estable. Está validando décimo y once, usa un celular básico solo para llamadas y accede a internet bajo la supervisión de su mamá. “Decidí dejar el celular por 6 meses, hasta ahora llevo un mes y medio. Me di cuenta que estar metido en una red social es muy dañino. Uno no se controla y se deja influenciar”, señala. 

Hoy se quiere enfocar en dos de sus pasiones: los idiomas y el fútbol. Su propósito es dejar a un lado aquella vida digital que casi acaba con su mundo real.