miércoles, 4 de abril de 2018

Ser o no ser... votante?

Solo el 20 % de jóvenes creen que en el Congreso se discuten temas que son relevantes para ellos. 

No sé si quiero que voten los jóvenes. Una de las fuentes consultadas para esta columna, el viceministro del Interior, Luis Ernesto Gómez, casi me convence de que sí, de que es bueno que voten, no importa si lo hacen a conciencia o con ciertos criterios de responsabilidad o no. Pero sigo con mis dudas. Primero, aclaro que soy de las que piensan que el voto debería ser obligatorio, que no hay derecho a que el futuro del país quede en manos de la reducida opinión pública que vota y de las maquinarias de los partidos. Pero esa obligatoriedad la imagino no para desencartarse del problema de pagar una multa por no hacerlo, sino como el punto culmen de una serie de requisitos por cumplir para poder votar.

Por ejemplo, que se acredite que quien vota realmente conoce las propuestas de la persona por la que vota, la viabilidad de realizarlas, las consecuencias de llevarlas a cabo, y que es un ser políticamente activo. Con esto no me refiero a que necesariamente pertenezca a un partido, sino a que ejerza una ciudadanía comprometida con su comunidad.

Sé que hay gran cantidad de jóvenes que piensan en construir sociedad, da emoción oírlos y verlos organizarse; pero también sé que hay un montón que no saben en dónde están parados, pero que, con el arrojo propio de la juventud, creen que se las saben todas. En manos de ellos no quiero que quede el futuro de Colombia. Muchos son tan desinformados del presente, tan ignorantes del pasado y tan sin planes para el futuro que creo que es mejor que no se les ocurra pasarse por un puesto de votación; qué peligro que se dejen endulzar el oído con discursos pensados para cautivar indignados... ¡con lo fácil que es estar indignado a los 20 años! 

Sé que hay gran cantidad de jóvenes que piensan en construir sociedad, da emoción oírlos y verlos organizarse; pero también sé que hay un montón que no saben en dónde están parados. 

En el censo electoral actual hay casi 15 millones de jóvenes de entre 18 y 29 años habilitados para votar; la Registraduría lanzó este martes la campaña #YonodejoaColombiaenvisto, para invitarlos a acudir a las urnas, aunque, como dice Alejandra Barrios, de la Misión de Observación Electoral (MOE), nadie tiene ni idea de si los jóvenes son más abstencionistas que los mayores de 30, por la sencilla razón de que la Registraduría solo en las elecciones de este año empezará a calcular los datos de votación por grupos etarios. Hasta hoy, la única pista para concluir que los jóvenes no van a las urnas es que en las elecciones al Congreso del 2014, la votación en las dos últimas mesas de los centros de votación de cabeceras municipales fue del 41 %, y se entiende que en las últimas mesas es donde están registradas las cédulas más nuevas, es decir, las de los más jóvenes, como lo explica el exregistrador Carlos Ariel Sánchez.

En todo caso, las candidaturas están que no saben cómo capturar a ese público; es que es nada más y nada menos que el 41 % del censo electoral. Pero, según el análisis del Observatorio de la Democracia, que usa los datos del Latinobarómetro de 2016, solo 4 de cada 10 jóvenes participan en elecciones, solo uno de cada 10 dice que confía en los partidos políticos, y solo 20 % creen que en el Congreso se discuten temas que son relevantes para ellos. A ver qué pasa...

Entre tanto, es muy útil que, por fin, sea sancionada, justamente esta semana, la ley que reglamenta la ciudadanía juvenil, que estaba empantanada desde el 2013. Sin duda, la elección de consejos de juventud de orden nacional y local, para los que se pueden candidatizar personas desde los 14 hasta los 28 años, abrirá un camino para que la juventud se forme en el ejercicio de la democracia, y quizá permita que cuaje la propuesta de bajar a 16 años la edad para votar. Según el viceministro ‘de los Converse’, el efecto de esa decisión en Austria fue que el voto joven fue más consciente, ya que se construyó en familia, con discusión en los colegios, y les creó el hábito de no ‘dejar en visto’ a su país. Pero sigo con mis dudas...